martes, 12 de octubre de 2010

Stranger than fiction

No estoy escribiendo nada. No se pierde nadie nada. Estoy por enloquecer, me di cuenta que tengo a la madre de Mónica Geller como progenitora. No es mala mina y yo sé que me quiere pero me está volviendo loca. Sigo sin casa y llegué al famoso “último recurso”: la casa de mis padres. Mi mamá está menopáusica y mi papá está dejando de fumar, se me ocurren dos millones de momentos mejores para dormir en la cama de mi hermanito y vivir bajo la atenta mirada de estas personas.
El fin de semana, por ejemplo, se fueron de viaje. Como mi mamá es de las que entra en un lugar y empieza a localizar todo lo que está desordenado o sucio con una presteza que haría poner colorado a Terminator ordené, limpié y baldeé con lavandina hasta la intoxicación todos los pisos. Cuando mi madre llegó, pasada la medianoche y cansada por el viaje bastó que cruzara el umbral de la cocina para detectar que “no había corrido la tabla de planchar” cuando lavé el piso.
Ayer, pasando por alto que soy una bola de ansiedad, me comentó “estás comiendo mucho”. Debo aclarar que sus menúes se basan en dos ingredientes fundamentales: papas y pan. Como ella no cena ni cocina el 87% de las comidas quedan determinadas por el imán que más cerca esté en la heladera, estoy hecha una bola troglodita. Hoy puso una bolsa de mini Toblerones en frente mío. Durante media hora los miré de reojo, cuando intenté abrir la bolsa sentí había hecho una “a la Mónica”, sí: estoy gorda, nada mejor que una gorda intentando hacerse con una bolsa de Toblerones para destacar los malos hábitos ajenos. ¿Por qué no me cocino yo? No sé, estoy en casa ajena, pero no en cualquier casa: en la casa de mis padres. Es inevitable que caiga en sus rutinas, que siga su ritmo, que haga lo que ellos marquen. Error mío, lo sé, ya empecé a llamar a mi psicólogo para pedirle sesiones de emergencia. ¡Hago lo que puedo!
Me siento en la computadora y cuenta los cigarrillos que fumo. Nunca aparece antes del quinto, se lleva el cenicero con una voz mezcla de lastimosa e irónica mientras se recuerda buscarme más pastillas para dejar de fumar (oh por dios, la última vez que las tomé tenía casa y casi me matan, si las mezclo en el coktail de mi vida actual termino ahorcándome con la correa del perro). Lo que me recuerda, llevé a pasear al pobre perro, que en sus tres años de vida no conoció una vereda. La bienvenida de regreso a casa fue “¿Ah, tan rápido volviste?”.
También se ha tomado la costumbre de olvidarse que llevaba, antes del episodio de quedarme sin lugar donde vivir, más de siete años viviendo sola y que nunca me electrocuté con la heladera, me quedé sin ropa limpia, prendí fuego el sillón o a mí misma (ah sí, porque aparentemente no hay cosa más inflamables que las hijas pelotudas), ni me morí de inanición ni me convertí en una obesa. Tampoco se me cayó la laptop, ni me entraron a robar por haber dejado todas las puertas y las ventanas abiertas, no perdí ni una materia por quedarme dormida, ni me secuestraron por no llamar cuando llegué.
En fin, necesitaba compartirlo. Estoy apelando a los auriculares como manera de decir "no te voy a escuchar". Muchas veces los tengo apagados, pero creo que está funcionado. A fin de cuentas, una de las dos tenía que poner la madurez en esta relación.

3 comentarios:

  1. me morí muerta, chabona.
    solo te puedo decir que no lograrás que no me haga seguidora de tu madre. así que hacele la cuenta.ajá.
    que yo me fui a los 18 de la casa de mis padres y no volví nunca. preferí casarme y tener hijos para que dentro de unos años, alguno de los dos vuelva (todavía no se van y no veo la hora pero son demasiado pequeños para exigirles semejante cosa) y escriban esas cosas sobre mí.

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  2. Ah sí sí, te va a pasar. Como dijo doña Elvira Romero de Musicardi "más vale criar cuervos, te arrancan los ojos pero son animales" (Esperando la carroza).
    Te dejo, de regalo, unos fragmentos de ese peliculón, Freud se hace un plato con nosotras, sepamoslo:
    http://www.youtube.com/watch?v=qH9w_gTH2NM

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  3. Ahhhhh, te acompaño en el sentimiento, mi vieja también me jode bastante, pero por suerte ya me voy!!
    Sólo que la aguanté 26 años, y tiene casi casi las mismas características que la tuya, creo que te voy a pasar el número así se hacen amigas, y nos rompen menos las bolas.
    Digo, no?

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