martes, 14 de septiembre de 2010

Como un bebé

Desde que me quedé sin casa, iba a dejar de fumar y no lo hice, adquirí una nueva costumbre.
No me había dado cuenta, hasta que me di... las cosas son así en la vida y odio los puntos suspensivos pero a veces es lo único que nos queda bien y no todos escribimos poniendo puntos y comas donde suponemos que va una pausa en la lectura así que no jodan.
A la noche antes de dormir me acurruco en el cómodo sillón (¡sofá cama!, grita una de las hospitalarias anfitrionas de mi exilio involuntario del mundo de los bienes raíces) y reviso mi blackberry hasta quedarme dormida. Supongo que con la mención del semi novedoso gadget todo intento de convertir esto en un romántico post del subdesarrollo (al menos por el tono) se habrá ido al carajo; pero yo me siento muy digna de una película de Agresti así que lo voy a seguir relatando. También lo chequeo cuando hago tiempo en el bar carísimo pero donde se puede fumar en el que paso algunas tardes (en mi nuevo hogar transitorio tengo que fumar en la escalera para el deleite de los vecinos). Para ser sinceros no tiene tantas funciones, no es que uno lo mira y se siente encumbrado a la más sofísticada tecnología, pero tengo acceso a más de una red social, algunas fotos, algunas canciones.
Tuve que enviar a mi perro y a mi computadora a vivir con mi novio a otra ciudad. Mi ropa está dividida entre una valija y varias bolsitas que fui llevando al departamento transitorio cuando empezaron los días cálidos. Mis libros juntan polvo dentro de cajas en casas de múltiples familiares. Mi mesa fue donada. Mi televisor confiscado. Mi cafetera está guardada. Mi cuadro de Frida Kahlo está roto más allá de cualquier salvación posible.
Hace unos días callé al bb porque ya no soportaba ni su ringtone. No interactúo demasiado en ninguna red social, aunque una rápida ojeada a Twitter y ya me pongo al día con el día; creo que mi interacción, en realidad, es con el aparato. Lindo adminículo que da la sensación de llevar muchas cosas en una y que me permite mantener algunas de mis viejas costumbres vaya donde vaya.

(Hace unos días salió esta nota de Eliseo Verón en Perfil y, si bien el fin era otro, me gustó mucho para pensar sobre la intermediación tecnológica, esa cosa de mandinga)

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