martes, 7 de septiembre de 2010

La mujer que era domingo

Las vicisitudes de mi vida laboral me han llevado a estar semi empleada. Después de un largo deambular por todo tipo de trabajos del medio (nota para jóvenes idealistas: si pensás que el periodismo es el camino para salvar el mundo, te equivocás, te equivocás grosso, elegí otra carrera, si haces origamis podés salvar un montón de papeles en convertirse en bollos y eso va a ser gratificante).
Hoy tengo un buen trabajo potencial, digamos que el presente es confuso pero en potencia de ser un futuro venturoso. Yo ya no creo en esas cosas pero habiendo pasado por la "sobrecalificación" como motivo para no poder pagar la olla prefiero dignidad posible que convertirme una experta en el cielo razzo sobre el sillón.
Sin embargo, porque la vida es así, ser semi empleado no consume las suficientes horas por día como para olvidarme de mi humanidad. Todo se resume en haber empezado (a esta altura de mi vida y ocho años después) a ver Felicity a las once de la mañana y emocionarme sinceramente con sus pobres rulitos.
El año pasado tejí una bufanda, este viene más lento por lo que veo.

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